Timbirichi: videoclip cronista de su tiempo

El videoclip Timbirichi, de Tony Ávila y dirigido por Alfredo Ureta es una pieza musical perteneciente al disco homónimo del trovador, que defiende la canción de autor de corte social y con evidentes influencias de grandes del género como Faustino Oramas, el guayabero. Humor, cotidianidad y crítica social se mezclan en esta lírica que apostó por un audiovisual plural y optimista, reflejo actualizado de la sociedad cubana.

Utilizando la fotografía documental, la combinación de imágenes a color y en monocromo y la ciudad como escenario principal, Ureta ofrece un retrato realista de la Cuba de hoy. El trabajo como fuente de sustento y el cubano trabajador (sobre todo los del sector no estatal) son las líneas discursivas de Timbirichi. Un clip que juega con códigos gráficos como carteles de negocios y menús de cafeterías para reforzar u ofrecer una lectura crítica de la realidad social.

La cubanía, un rasgo inherente a toda la obra musical de Tony Ávila, se visualiza en el videoclip. Cubanos de a pie, trabajadores todos, son presa de la cámara e inmortalizados en imágenes. Timbirichi es, además, un video donde el movimiento se percibe no solo a nivel explícito en cada secuencia, sino con un sentido subjetivo: el cubano se mueve, transforma su relación con el trabajo y encuentra otro modo de relacionarse económicamente.

En el plano formal, la selección de la composición fotográfica intencionada en el videoclip, resulta crucial para graficar en imágenes la letra musical del clip. El montaje, articulado en mi opinión, en tres segmentos fundamentales: uno donde Tony canta con fondo exento, otro en el que la cámara congela por lo general retratos y fotos en monocromo y uno último donde la vida cotidiana de la ciudad y sus pobladores transcurre a colores, dan cuenta del dominio del director por el género documental y los discursos múltiples que pueden lograrse gracias al montaje dentro del videoclip.

La puesta en escena, dinámica y descriptiva parece no haber sido retocada. El director salió a la realidad, a la calle, a la vida del cubano cual cazador de imágenes dispersas. Luego el montaje le permitió articular una narración “otra” y un discurso enriquecido.

Ureta, experimentado realizador de videoclips, fue consecuente en todo momento con la huella autoral de Tony Ávila. El videoclip se parece a Tony y a su música siempre sentipensante y muy cuestionadora de la realidad nacional en el ámbito económico, político y cultural. Sin dudas, revisualizar el audiovisual hace pensar en el aforismo de Carpentier cuando aseguró que el periodista es un cronista de su tiempo. Podría decirse también que el trovador es un cronista de su tiempo y el videoclip hace justicia, con creces, a esa aseveración.

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