Entrega desgarradora, sin dejar de ser sugerente y en más de una oportunidad, evocadora, “El corazón del ñame”, videoclip que une por primera vez a La Reyna y a El tipo este, bajo la dirección de Amberly Alene.
Una propuesta que no necesita de artificios visuales para mostrar la violencia de género. La triste realidad de una historia basada en un hecho real, atestiguado desde la propia dedicatoria del material, “aterriza” rostros y nombres que encontramos a diario.
Ya se extrañaba en Lucas la presencia de El tipo este, creador que desde sus inicios como integrante de Obsesión dejó expuestos, claramente, sus presupuestos ético- estéticos de compromiso con la realidad que le rodea. Esa realidad del barrio, intensamente cruda, de la cual nace directamente una poética igual de dura y desgarrada. Se trata de esa mirada hacia los menos visibilizados desde la racialidad, la marginalidad, la convivencia en sitios desprovistos de privilegios sociales, son solo algunas de las interrogantes que salen a gritos de sus propuestas, y “El corazón del ñame” no puede ser la excepción.
En esta oportunidad la violación desde la paternidad con las drásticas consecuencias que desde lo sicológico hasta lo legal lleva consigo, constituye el leit motiv de esta pieza audiovisual. La narración cronotópica de la misma va en crescendo como mismo la gravedad del hecho per se. El uso de símbolos que -no por recurrentes pierden su valor-, es otro de los valores de este material sumamente conmovedor desde la base de la más absoluta simplicidad del discurso. Entre ellos destacan el cuarto pequeño poco iluminado como epicentro de dolor, espacio signado y marcado por la desgracia, la violencia, la muerte, en lugar de ser centro de descanso; la recurrencia del fósforo en su doble concertación, primero símbolo de muerte, en tanto con él se culmina el homicidio de la protagonista y por otra la luz, como denotador de la posible llama de libertad que le significa al personaje terminar con una vida, que antes destruyó la familiar.
Por su parte la presencia de la muñeca, en momentos en manos de la niña asediada y luego sola en la cama, muestra aquellos primeros signos de inocencia brutalmente destruida.
No obstante, la incidencia de estos y otros elementos, el video no quiere, no se permite distraer la atención; es la narración consecutiva, en ocasiones casi galopante con secuencias de gran movimiento el hilo conductor de principio a fin y en ese caso, la cámara como voz equisciente lo cuenta todo al detalle.
El único elemento discursivo a la par del visual es el uso del aspecto danzario, que en esta oportunidad también adquiere valor simbólico en tanto los movimientos de la bailarina alternan aquellos asociados en la cultura afrocubana con las deidades de Oggun, dueño del metal, y como orisha guerrero, vinculado a la batalla, la sangre…Por otra parte otros movimientos danzarios remedan la figura de Oyá, orisha asociada a la muerte: los dos elementos que alternan en el audiovisual hasta el desenlace donde las rejas y la prevalencia de la prisión conforman la única y posible redención de la protagonista.
Cuenta La Reyna cuanta satisfacción le dio poder compartir la interpretación de este tema con el tipo este, a pesar de lo duro de la historia. La cantante siente especial admiración por el trabajo de este creador amén de la cercanía de amistad que existe entre ellos. Para él, La Reyna era la voz expresiva y consecuente que necesitaba su tema, y en esta compenetración humana y artística vio la luz “El corazón del ñame”, un clip grabado en el corazón de un barrio donde los habitantes de igual manera se sintieron partícipes de la historia
Ella le dio candela
mientras el tipo dormía
luego se sentó muy tranquila
a esperar a la policía
Primeros y planos medios conforman el mundo ficcional de esta propuesta con grandes posibilidades de llegar a planos superiores en este ciclo de competencia de Lucas 2024, un video al que por la crudeza de su performance habrá que recurrir una y otra vez cuando de visibilizar los tantos matices de la realidad cubana se trate. Un video reflexivo hecho desde el corazón del ñame, para romper corazones y avivar los sentidos todos.